Quantum of Solace: James Bond ha muerto
En la pantalla, la piscina de un hotel de lujo. Una veintena de señoritas ligeras de ropa se pasean a su alrededor. Un tipo en smoking blanco atrae su atención. El individuo responde con ironía a las insinuaciones de alguna de las muchachas. Luego, se dirige con paso firme a la barra del bar y pide un dry martini de vodka, removido, no agitado. ¿De qué película se trata? De cualquiera de James Bond menos de Quantum of Solace, un film en el que no hay señoritas en bikini, ni insinuaciones, ni ironías, ni smoking blancos ni dry martini de vodka.
Ni siquiera aparece el taller de gadgets de Q, ni Q, ni los gadgets. El malo malísimo no tiene un arma nuclear robada con la que chantajear al mundo. Y, para rematar, el grueso de la acción transcurre en la glamourosa...Bolivia (con todos los respetos para los bolivianos, ellos no tienen la culpa).
Quantum sería una aceptable película de acción si no la incluyeran en la saga del agente 007. Pero no es así. Durante toda la película se menciona claramente el nombre de James Bond, su calificación de agente doble cero, pero no se ve al mejor agente secreto de todos los tiempos por ningún lado. Faltan chicas, falta un villano tuerto, o manco, faltan ex agentes de la KGB, faltan coches con botones secretos y, sobre todo, falta argumento. Un ejemplo: el malvado plan criminal de la organización Quantum lo descubre Bond por casualidad al caer por un agujero del desierto boliviano. Otro: El personaje de la angelical Olga Kurylenko ha nacido y se ha criado en Bolivia, es hija de un boliviano pero habla con acento ruso (vale, su madre era rusa, pero murió asesinada cuando ella era una niña). Vamos, que no hay por donde cogerla.
Si la cosa sigue así en las próximas entregas, nos harán añorar hasta a George Lazenby.